Amelia, la loca Amelia, vivía en el centro del pueblo pero era una absoluta desconocida para la inmensa mayoría de sus vecinos. Su hogar, un viejo caserón centenario, de paredes desconchadas y persianas de esparto, era un absoluto misterio. Pocos habían accedido a su interior y, hacía tanto tiempo de ello, que pocos quedaban vivos para contarlo. Decían que aquella vieja loca, huraña y mal peinada, que fumaba compulsivamente y vivía rodeada de gatos, había sido actriz en su juventud. Y, todo, porque los más viejos del lugar recordaban que, en plena posguerra, Amelia había arribado hasta aquel pueblo perdido de Andalucía, cargada con dos docenas de baúles y vestida a la moda de París.
Ésta es la historia que pude rescatar durante mi estancia en aquel pueblo del Sur de Andalucía. Dediqué tres días a hablar con unos y con otros, intentando averiguar algo más de la esquiva Amelia. La loca Amelia, como todo el mundo insistía en llamarla. Mi experiencia me decía que de loca no tenía nada…
Verano de 2014. Recibo un correo electrónico que va a cambiar mi trayectoria como investigadora, aunque entonces no lo sepa. Un tipo, que dice llamarse Luis Temprano, se dirige a mí, en mi calidad de comisaria y organizadora de la exposición «La Bibliotheca Magica», uno de mis proyectos más queridos, dedicado a recopilar libros de magia renacentista. Y me cuenta que, por razones que no vienen al caso, se ha hecho con una serie de libros que pueden interesarme. Bien. Cruzamos una serie de correos, me manda una serie de muestras fotográficas del material que está en su poder y me cuenta una historia de su supuesto origen.
Se trata, al parecer, de una serie de opúsculos, unos impresos y otros manuscritos, fechados en las décadas finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX. Escritos dispares que tienen en común la temática esotérica, tal y como se entiende por aquellos años: alquimia, astrología, brujería, espiritismo, invenciones, ingenios… Un primer análisis me indica que no hay nada de mi interés. Todo es demasiado «tardío», teniendo en cuenta los márgenes temporales en los que suelo moverme y que nunca van más allá de 1700. Decido (otoño de 2014) concluir diciéndole que no estoy interesada.
Invierno de 2016. En una animada velada, con amigos de hace muchos años a los que llevo demasiado tiempo sin ver, sale esta anécdota. Les cuento la historia, entre risas y bromas… Hasta que noto el interés creciente de algunos de ellos. Son coleccionistas de historias, algún que otro bibliófilo. Y me instan a recuperar el contacto. Luis Temprano contesta a vuelta de correo. Si, aún sigue teniendo en su poder parte de esa biblioteca, aunque ya ha vendido algunos ejemplares. Negociamos. Llegamos a un acuerdo. Y, entre un grupo de locos entusiastas, nos hacemos con un baúl lleno de escritos. Un verdadero tesoro, que compramos entre todos, sin saber muy bien qué vamos a hacer con todo ello.
Han sido unos meses intensos. Leyendo el material allí acumulado. Intentando buscar pistas e indicios sobre el verdadero origen de este baúl y su tesoro bibliográfico. Y es así como, hace apenas unas semanas, nos decidimos a poner en marcha este proyecto, que decidimos llamar «Biblioteca EPHIMERA». ¿Por qué EPHIMERA? Paciencia… Todo a su debido tiempo…
Mar Rey Bueno.
Ver: ¿qué es Ephimera?