Cuatro pliegos de letra apretada. Letra del siglo XIX, pulcra. Se nota que el documento ha sido transcrito, tomando otro como fuente. Cuatro pliegos, atados con una cinta roja, entre los que aparecen dos hojas sueltas, de diferente grafía. Una de ellas tiene anotado un escueto “Original enviado por Rita Arañó”. La segunda, más extensa, comienza con un “Copia de la carta enviada a Monsieur José Ramón de Luanco”. Y dice así:
París, 25 de noviembre de 1898
Distinguido maestro: soy un adepto y fiel seguidor suyo. Desde hace casi dos décadas vengo dedicándome al noble arte sagrado, en calidad de artífice. He ido conformando una biblioteca hermética en la que sus escritos ocupan un lugar de referencia. Aunque francés, mi madre era española y siempre me he sentido especialmente atraído por los maestros de mi herencia materna, no en vano la Península Ibérica fue la vía de entrada del arte de Hermes, procedente de lejanas tierras orientales.Hace unos meses recibí un misterioso paquete, procedente de Barcelona, que contenía dos manuscritos alquímicos. Manuscritos que, según se indicaba, eran obra de una mujer alquimista. Una rara avis, profunda conocedora del arte sagrado, a tenor de los conocimientos que maneja. No aparece su nombre, tan sólo un seudónimo: Lux Roris, la luz del rocío.
Si hay alguien sobre la faz de la tierra capaz de desentrañar semejante misterio, no es otro que V. Por eso me he decidido a enviarle una copia del primero de los manuscritos, titulado Cómo se hace la piedra filosofal. Las pautas son precisas. El procedimiento parece sencillo. Hasta tal punto que, en la próxima primavera, no descarto intentar reproducirlo.
Quedo a la espera de su sabia respuesta.
Reciba el saludo de su más rendido admirador,
Pierre Blanchard