Eloísa Vinent

ephimeraEntre los papeles atesorados por la loca Amelia, custodia y guardiana de la «Biblioteca Ephimera», se encuentra el cartapacio rotulado bajo un simple título: «Eloísa Vinent». Dos recios cartones, sujetos por cuatro atados de cuerda blanca, encierran una serie de voluminosos pliegos.

Cuando llegó a nuestro poder nada sabíamos de aquella misteriosa Eloísa, más allá del folio anotado por la propia Amelia, donde podía leerse, detrás del nombre, un «Sevilla (1869-1909). Papeles tocantes a espiritistas, iluminadas y masonas». ¿Masonas? ¿Iluminadas? ¿Espiritistas? Pero la sorpresa no quedaba ahí. Entre los papeles de la increíble Eloísa se encontraba, manuscrita, una copia de un autógrafo largamente buscado. La copia del supuestamente desaparecido «Tratado de la redondez de la Tierra», la relación que sor María de Jesús de Ágreda escribió sobre sus «vuelos», sus traslados desde el soriano convento de Ágreda hasta las agrestes tierras de Nuevo México, realizados con la ayuda de seis ángeles custodios… Un «Tratado» que, en realidad, existió; que fue escrito por sor María e incautado y puesto a buen recaudo, tras su muerte, en el Castillo de Sant’Angelo, sede de la Inquisición romana.
No sabían, los jerarcas franciscanos que se llevaron todos los autógrafos de sor María, que ésta había creado una red de confidentes. Una red secreta epistolar, extendida por toda España, formada, mayoritariamente, por monjas como ella. Mujeres que habían encontrado, en los conventos, el único reducto donde dar rienda a sus inquietudes intelectuales. Y fue una de aquellas monjas, sevillana para más señas, la depositaria de una copia autógrafa del «Tratado de la redondez de la Tierra». Copia que llegó, con los siglos, a manos de Eloísa Vinent. Espiritista, si. Masona, también. Republicana y feminista. Pero, ante todo, mujer. Mujer interesada en rescatar otras voces femeninas, silenciadas, olvidadas, pero que tanto tenían que decir…